Despierto y sé que alguna inteligencia tuvo que ocuparse de todo mientras estaba dormido, incluso ahora que despierto, y siempre, desde siempre y para siempre.
Es mi cerebro el que se
pregunta ¿quién soy yo? Y se responde. Y su respuesta depende de su tiempo
poniendo atención.
La primera respuesta,
la más inmediata según estudiamos los recién nacidos, la deducimos por su
comportamiento. Debe ser parecida a los animales y los vegetales y los minerales.
Un estado de indiferenciación. Ni siquiera hay una pregunta como tal, pero las
piedras están profundamente dormidas (“dormí como una piedra”). Los vegetales
medio se mueven, tienen un poco más de actividad. Los animales son locomotores,
se mueven sobre todo por comida y reproducción. Los niños pequeños se
identifican primero con su mamá, y luego cuando entra el padre en escena o un otro
con el cual la mamá se relaciona, el asunto comienza a volverse complejo y el
niño se ve obligado a “desidentificarse” un poco de mamá y empezar a darle su
espacio. Hay procesos fantasiosos que los adultos llamamos juego. Luego en la
adolescencia la sexualidad despierta y ¡boom!, el asunto de la identidad se
torna más complejo, las relaciones de poder, los primeros amores eróticos. Un poco
después los jóvenes comienzan a pensar lo propio muy determinados por el
contexto, y entonces el cerebro comienza a identificarse con la ropa, con la
orientación sexual, con los géneros en distintos ámbitos, etc.
Hasta aquí llegan la
mayoría, pero algunos pocos van más allá y descubren algo llamado “individualidad”,
éxito personal, les alienta la competencia, ser mejores que el promedio, independizarse.
Hasta aquí llega otro tanto. Pero algunos, más pocos, descubren objetos de
identificación más allá de la individualidad en la diversidad comunitaria, se
vuelven en cierta manera antropólogos. Algunos van a la universidad y estudian
alguna carrera de humanidades, les interesan la sensibilidad cultural y ven a los
individualistas como gente tosca y egoísta. De hecho, les parece que son los responsables
de la injusticia social y la crisis ambiental en el planeta, capitalistas
neoliberales. Hasta aquí el panorama de las “guerras culturales”.
No obstante, aunque con
muy poco poder sobre la realidad, algunos cerebros van aún más profundo en la
búsqueda de su respuesta por ¿quién soy yo? Y comienzan a ver totalidades,
sistemas, conjuntos dentro de conjuntos, dentro de conjuntos, empiezan a notar
que todo esta conectado, y no a través de la magia y la fantasía sino de la
ciencia, las nuevas ciencias de la complejidad. Se dan cuenta que no es tan
claro el hecho de que seamos solamente individuos, que somos por lo menos
individuos-en-relación y que tal relación está dentro de uno mismo cuando observa
con atención, que incluso en lo más intimo estamos profundamente
interconectados. Los cerebros que llegan hasta aquí son los más pocos, pero nos
dicen que la mayoría de la sociedad algún día llegará hasta aquí porque se
trata de un proceso de desarrollo. Algunos piensan que las ciencias de la
complejidad han descubierto el agua tibia porque los Fantasiosos ya lo
sabían, incluso las piedras, las plantas y los animales, pero según las
ciencias de la complejidad, incluso según las ciencias corrientes no hay evidencia
clara de esto, y es peligroso, nos dicen los Complejos, simplemente aceptarlo
como una “creencia” sin evidencia. Los Fantasiosos nos dicen que sí hay
evidencia, los Complejos nos dicen que no, y ambos parecen estar dispuestos a
demostrarlo. Sin embargo, si revisas la literatura científica con su
rigurosidad, no encuentras evidencia de que la fantasía tenga método, la fantasía
es algo loco, suelto, desordenado.
Aquí estamos al
límite del conocimiento. Los Complejos integran todo, pero en orden. Los Fantasiosos
no integran todo pues rechazan la complejidad, y su orden es demasiado simple
para integrar lo complejo. Pero aquí no acaba la historia, porque algunos cerebros,
mucho más pocos y con mucho menos poder, sería mejor decir prácticamente sin ningún
poder e incluso por esto mismo, por la ausencia de poder, por la renuncia al
poder, dicen que hay niveles más allá incluso del crecimiento imparable de la
complejidad, pero lo cognitivo comienza a frenarse, por lo menos como lo concebíamos
hasta este punto, porque las nuevas ideas comienzan a emerger no de pensar más,
sino de disolverse en el silencio, de estirar la complejidad hasta el punto en
que se queda reverencialmente callada. No es el mismo silencio de quién dice “¡Cállate!”.
Es el silencio de quién llega hasta el límite de la complejidad, hasta la pregunta
profunda que no es capaz de responderse de forma inmediata, la pregunta que
debe dejarse resonando como un mantra, y esperar, observar interna y externamente,
y de repente, como entre la niebla, vas viendo llegar posibles respuestas de no
se sabe dónde, tal vez del cerebro, de un lugar muy profundo, o tal vez el
cerebro ya no es aquí el productor sino el receptor, como una antena, como si
algo más allá una inteligencia superior comenzara a hablarte. Entonces comienzas
un nuevo camino, y para hacerlo válido lo recorres con rigor. El Gran Otro te
comienza a hablar. Ya no se trata solo del gran sistema que demuestran tus
datos experimentales a través de ciencias de la complejidad sino de algo más,
siempre algo más, que cada vez se hace más y más inalcanzable por la cognición
normal, así que le empiezas a colocar nombres que intentan sugerir su
inmensidad como “paracognitivo”, “posracional”, “transpersonal”, incluso
espiritual no tradicional, etc.
Algunos Complejos
notan que no hay ninguna contradicción con sus evidencias y que al contrario
pueden ser otro nivel más profundo y amplio de desarrollo. Y si es así, la mayoría
de la sociedad algún día alcanzara esta respuesta cerebral a su pregunta,
¿quién soy yo? Y esta historia no termina aquí, ni terminará jamás. Siempre
habrá un nuevo horizonte, pero ahora estamos tan lejos de la realidad de las
mayorías que parecen fantasías más grandes que las de los niños y los locos. Su
poder de influencia es prácticamente nulo si lo juzgamos de forma mecánica,
pero nos dicen los que han llegado hasta allá, que ya están reprogramando la Matrix, que poco a poco la gente irá sintiendo el llamado de lo que ellos en
profundo silencio están haciendo porque es muy pero muy sutil su labor.
Mientras millones
mueren y sufren por causas prevenibles ellos nos piden fe, pero aún más, nos
piden que nos cercioremos por nosotros mismos, pero todo es tan sutil, tan
invisible que no llaman la atención de casi nadie. Es más fácil para los Fantasiosos, que están dispuestos a prometer lo absurdo, captar la atención. que
para los pos-complejos, para los verdaderamente profundos, para los que han ido
tan lejos en la búsqueda de la respuesta a ¿quién soy yo? ¿Y entonces?
Las cosas son como
son. Dado el poco desarrollo de la sociedad en la respuesta a esta pregunta
fundamental, ¿quién soy yo?, las personas cuyos cerebros interconectados con
una inteligencia superior los ha llevado tan lejos en la respuesta hasta niveles
pos-complejos, solo pueden seguir trabajando en medio de la incomprensión.
En efecto, una
inteligencia superior se ocupa de todo más allá de nuestras limitadas respuestas,
y aunque inevitablemente estamos conectados a Ella, el poder de nuestros sistemas
semi-cerrados cerebrales, puede ensordecerse a esta conversación kósmica, mientras
las sutiles relaciones van tejiendo con misteriosa paciencia un futuro más
atento.
A todos esos seres
pos-complejos que trabajan incansablemente en lo invisible y que como dice
trágica, pero verdaderamente el sub-comandante Marcos, “nacen en la noche y mueren
en ella”, mi más inmensa gratitud.
Hermoso escrito. Muy espiritual, bastante acertado para describir un estado más allá de lo podríamos decir desde l. A lógica y la. Razón. Un abrazo gracias por tu servicio en amor.
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