lunes, 14 de septiembre de 2020

UN TRANSPERSONAL


 

Lo primero es que cualquier privilegio que tengamos lo aprovechemos para ayudar a las víctimas, los vulnerables, los frágiles, los precarios, los pobres, los maltratados, los excluidos.

Lo segundo es que no es desde lo personal (ni desde los buenos ni desde los malos) desde donde podemos hacer unas políticas más justas para todos. Es desde lo transpersonal, desde lo no-personal.

Las protestas de los desesperados son totalmente legítimas con todo y que en medio del mismo desespero serán siempre susceptibles de ser perversamente infiltradas por los que no se ponen del lado de sus reclamos.   

Sin embargo, lo más difícil para las personas (buenas o malas) es superar su propia personalidad que al mismo tiempo es lo que impide pensar y actuar con más sabiduría.

Hay dos tipos de víctimas: la que se desgarra las vestiduras exigiendo justicia con tono de venganza; y la que perdona y comprende el dolor y por ello se niega a producir más dolor.

No se trata como creen las personas de unirse a los insensibles. Se trata de ser más inteligentes. Y no se trata como creen los que se creen más inteligentes de pedirle “peras al manzano”, sino de educar en la libertad y la responsabilidad, en la sabiduría y la compasión.

Un transpersonal siempre se pondrá en los conflictos del lado del más débil, pero nunca se pondrá del lado de las personas. Ser persona, buena o mala, no hace más que perpetuar la injusticia, porque solo los transpersonales, las no-personas, han ampliado su mirada más allá de la necesidad de comida, sexo, poder, amor romántico, hablar por hablar, comprender por comprender o ser por ser.

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