miércoles, 30 de diciembre de 2020

INTRODUCCIÓN A UNA POSIBLE NOVELA

 


Hoy, a final del 2020, me siento metido en medio de una gran fiesta multicultural de políticas de identidad igualitaria, tratando de no perder mi cabeza liberal individual, en medio de una gran guerra cultural donde los Etnocéntricos hiperintelectuales se están tomando el poder, instalando sus policías del pensamiento y del lenguaje, y donde los Conservadores y los Integralistas se unen en un coro indiferenciado por su intensidad masculina, contra los feminismos radicales, pero parecieran arrastrarse en ello incluso los feminismos moderados, dejando solo unas cuantas mujeres demasiado femeninas o demasiado marimachas. A la par, los hombres sensibles acomodados un poco en su papel de víctimas, lloran histéricos exigiendo igualdad.

 

Definitivamente una gran trama que merece escribirse (si la ves).

 

Me siento más cómodo creyéndome Metamoderno, porque lo siento como un Integralismo prepotente, juzgador, categorizador, pero con sexapil, cosa que los Integralistas no tienen. Y me siento cómodo siendo el amante oscuro de un IDW (Intellectual Dark Web), absorbiendo de ellos su prepotencia varonil. Estos saben sacar de mí toda la mujer sumisa, masoquista buscando violador, fascista en la cama. Pero que en el día se separa de ellos, porque se la pasan peleando todo el día con los Boomeritis, mientras los Metamodernos, como las místicas que lamen la herida de la lepra, les lamen su falo-vagina de Posmodernos radicales.

 

¿Quién ganará? ¿Son culpables los Metamodernos de la epidemia generalizada de Boomeritis y sus políticas de identidad igualitaria? Porque para los Metamodernos es mejor padecer Boomeritis que ser conservador. Mientras para los Integrales es al revés. Mientras tanto, los segundo lugares, medallas de plata, que estaban ocultos tras los primeros, se van convirtiendo en el nuevo bronce. Va emergiendo un quinto lugar, Cabezas de Hormiga, que, como el cuarto lugar, Colas de León, se sienten inspirados para meterse en el pogo de la trilogía maldita del final, ya no de año ni de siglo, si no de época, salto cuántico al hiperespacio de la conciencia de segundo grado, curiosamente anunciada por los Integrales, pero al final, ciegos a él. ¿O no?

 

No sabemos bien todavía quién es el ciego, si los Integrales a su propia profecía, o los Metamodernos, admiradores de los Integrales, pero con conclusiones diferentes respecto a los IDW, que para los Integrales son el futuro, mientras para los Metamodernos son simplemente conservadores.

 

Aquí estamos, en medio de la fiesta de final de era, en medio del salto cuántico sin poder aclararlo, en medio del pogo, y esta narrativa que comienzo y que hace su apuesta protagónica por el Metamodernismo, porque considero que es Integralismo con sexapil. Así que confío más en sus percepciones. Los Integrales se me antojan como meros técnicos del mapa integral. Los Metamodernos en cambio, los veo como atractivos surfistas y patinetos de dicho mapa, donde el mapa sí es el territorio, y el territorio sí es el mapa. Yo tal vez no sea ni lo uno ni lo otro. Tal vez ahora sea solo alguien escondiéndose tras los Metamodernos. Ya veremos. Esta novela se puso mejor que Boomeritis.  

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